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El sereno

10-02-2022


El sereno

Entre los oficios tradicionales desaparecidos a lo largo del siglo XX está el de sereno. Su origen parece remontarse al siglo XVIII, cuando las puertas eran portones y las llaves para abrirlas, enormes; su peso era tal que no podían llevarse encima. Así surgió esta figura, una especie de celador o portero nocturno -pagado de forma privada por las personas que vivían en cada zona- que custodiaba las llaves y abría el portal a vecinos y vecinas. Pero esta no era la única tarea que debía desarrollar. A lo largo de su historia, el sereno ha ido cargando con otro tipo de responsabilidades.


Cuando, en 1765, el Rey liberó a los vecindarios de la obligación de cuidar y ser responsables de los faroles, se creó el Cuerpo Oficial de Serenos, en un principio operarios que debían ejercer de “mozo de alumbrado”. Desde entonces, el sereno se ocupaba de encender los faroles de aceite cada noche, de apagarlos al amanecer y de velar por su mantenimiento y seguridad, evitando que los gamberros nocturnos cometiesen actos vandálicos con ellos (bastante recurrentes al parecer, dado que la luz artificial abrió las puertas a la vida nocturna). Hasta entonces, eran los vecinos y las vecinas quieres encendían el alumbrado, quienes cuidaban y limpiaban los faroles, costeados por las personas propietarias de las fincas. Es curioso que, en sus inicios, este servicio de farolero solo abarcaba la temporada de invierno, desde octubre a marzo, ambos inclusive.


Pero el auténtico origen del sereno parece estar en Valencia. En 1777, el sector cohetero estaba sufriendo una profunda crisis, puesto que el oficio fue suprimido de España -y calificado de incivil- por Real Decreto. El alcalde de entonces, Joaquín Fos, para ayudar económicamente a este sector, puso a los coheteros sin empleo a vigilar las calles de noche, siendo este el primer Cuerpo de Serenos.


En el año 1834, el oficio del sereno fue incluido en un Real Decreto, pasando a estar reguladas sus funciones, derechos y deberes a partir de 1840, momento en el que las labores del sereno y del farolero quedan unificadas y su figura se extiende por toda España.


En la ciudad de Elche, ante el aumento de la inseguridad y de los altercados nocturnos, las autoridades locales crean en 1857 la Guardia Municipal de Serenos o Policía de Alumbrado. En un primer momento, se delegó al propio vecindario el pago de este Cuerpo, pero los problemas derivados de esto obligaron al Ayuntamiento a asumir en sus presupuestos el servicio de los serenos.


Entre las labores del sereno o vigilante, ya reguladas, estaban: hacer la ronda nocturna por sus calles asignadas, sin dejarlas en ningún momento sin sentarse ni hablar con nadie, para velar por la seguridad y el orden; amonestar y detener a los ladrones o asaltantes y evitar peleas; evitar la circulación de mendigos, borrachos y prostitutas; prestar y pedir auxilio; avisar al vecindario y a los bomberos en caso de incendio; impedir ruidos a deshoras que perturbasen el barrio; acompañar a vecinos y vecinas a su domicilio y alumbrarles el camino; eliminar pasquines o carteles con información contraria al Gobierno… Pero una de las cosas que más llaman la atención entre sus quehaceres es el hecho de decir la hora y el tiempo atmosférico.


De esta última tarea proviene su nombre. El sereno iba vociferando o cantando por las calles la hora y el estado del tiempo, gritando la palabra “sereno” en caso de cielo despejado. “Las once y sereno. Las doce y sereno. La una y lluvia…”. El vecino o vecina solo tenía que gritar “serenoooooo” y/o dar palmadas y él respondía “vaaaaaa” o directamente le indicaba si llovía.


En cuanto al atuendo, el sereno vestía, básicamente, un capote o gabán de paño y una gorra de plato. Lo habitual era que llevasen un farol o linterna, un chuzo -una especie de lanza terminada en punta que les permitía colgar y elevar el farol- y un silbato de bronce para dar la voz de alarma a las autoridades pertinentes o comunicarse entre los propios serenos. Más hacia nuestros días, ya no llevaban el chuzo sino un bastón, sin pincho, y tampoco el farol.


El dicho popular “te han tomado por el pito del sereno” viene de este oficio. Hubo un momento en que el sereno utilizaba tanto el silbato, para cualquier cosa, que la policía decidió no hacerle caso. De ahí esa expresión que significa que no te toman en serio.


Pero no todos los ciudadanos podían ser serenos. Para entrar al Cuerpo tenían que cumplir unos requisitos: ser robusto, medir mínimo metro y medio, tener voz fuerte y clara, saber leer y escribir y tener entre 20 y 40 años. Tampoco era, al parecer, un oficio muy bien pagado. Los apuros económicos del sereno eran tales que, incluso, el sueldo no le llegaba para comer y estaban obligados a hacer uso de la caridad. Muy populares eran las tarjetas de felicitación navideña con la imagen del vigilante o sereno, luciendo sus ropas características, cogiendo el manojo de llaves o cargando el chuzo y el farol. El sereno repartía por las casas particulares estas tarjetas, para intentar obtener algo de aguinaldo y conseguir un dinero extra.


La figura del sereno existió hasta 1977, solo como guarda llaves, acompañante al portal y vigilante nocturno. Con llaves más pequeñas, porteros automáticos, calles vigiladas por la policía y la radio o el televisor para decir las variaciones atmosféricas, sus quehaceres ya no fueron necesarios. En años más recientes, ya en el siglo XXI, ciertos municipios españoles han recuperado esta tradición -como Murcia, Gijón, Premià de Dalt, Santa Coloma o el barrio madrileño de Chamberí- para vigilar las calles y comercios frente a robos, principalmente.


Autora: Marian Tristán, coordinadora del Museo Escolar.


Fuentes


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